
No os asustéis, no os pido tanto. Sólo que escribáis una oda a la merienda que leeremos en nuestro próximo encuentro.
Venga, que queda poco.
Yo, ya tengo hechos los deberes y mi oda la dedicó al café, pues en eso consiste mi merienda:

Oda a la merienda.
¡Qué bien olia!,
el café que preparaba mi madre y mi tía.
Me sabían a gloria las tortas de pasas de la abuela Tomasa.
¿Y qué decir del pudin, del señor don Joaquín?.
¡Qué maravilla!,
merendar todos los días,
café, pasteles y tostadas con mermelada y mantequilla.
¿Y qué importa el engordar?,
si disfrutas al merendar.
¡Qué bien olia!,
el café que preparaba mi madre y mi tía.
Me sabían a gloria las tortas de pasas de la abuela Tomasa.
¿Y qué decir del pudin, del señor don Joaquín?.
¡Qué maravilla!,
merendar todos los días,
café, pasteles y tostadas con mermelada y mantequilla.
¿Y qué importa el engordar?,
si disfrutas al merendar.
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